Primer de tot he de demanar disculpes a la revista "on-line" Orgullo y Satisfacción, per fer servir un article d'ells, sense permís. Va una mica en la meva línia de pensament, encara que no en tots els punts m'identifiqui. Si que crec que hem d'aconseguir que el Mas no sigui el president, i que els catalans siguem conscients del que ha fet CiU, tant en les retallades, en la corrupció i en continuar votant a Madrid les propostes neoliberals del corrupte PP, mentre aquí a Catalunya feia onejar la bandera de la INDEPENDÈNCIA.
No faig la traducció al català, ja que com sempre dic en els llargs texts, no em veig capacitat per fer-ho correctament.
"Si al final Artur Mas se cae de la moto en marcha y no consigue ser “president”, no lo echará de menos la mayoría de catalanes, hartos de recortes y corrupción convergente. Tampoco creo que lo echen en falta sus actuales socios de “Junts pel Sí”, que se han pasado la campaña electoral desviando preguntas sobre el 3% y los tijeretazos de su gobierno.
Donde sí lo van a echar de menos será en Madrid. Quienes de verdad llorarán su ausencia serán Rajoy, el PP y la derecha política y mediática, que tan a gusto han vivido con él en la Generalitat. Porque Mas ha sido estos años la mejor garantía de que el proceso catalán no se salía de madre. Mientras estuviera él al frente, Cataluña no sería independiente.
Ya sé, el discurso oficial de la derecha española sostiene que Mas es el diablo con cuernos, el iluminado que nos llevó al borde del abismo. Pero más bien ha sido un lastre para el independentismo, un peso muerto que ha impedido llegar más lejos, un permanente palo en la rueda de la independencia.
Si miramos a los últimos cinco años, puede parecer que en efecto Mas ha sido el impulsor del “procés”, el maquinista del choque de trenes, el promotor de la consulta y las plebiscitarias, el hombre que abandonó la tradición moderada de Convergencia para romper con España… Pero si miramos con lupa, veremos que nada de eso: más bien ha sido el encargado de encauzar una y otra vez el fervor “indepe” para que no se descontrolase.
Cuando el independentismo llenó las calles, puso las primeras urnas en ayuntamientos y empezó a desbordar a la vieja política (sobre todo a una CiU en caída libre), llegó Mas y se colocó al frente del proceso, abriendo la vía institucional: si alguien quiere la independencia que presente una instancia por triplicado ejemplar, que esto lo vamos a resolver los políticos de corbata, no la ciudadanía alocada en la calle. Si quieren caminar hacia la independencia, todos en fila detrás del “president”.
Acosado por la corrupción y por el rechazo a los recortes, el superviviente Mas se envolvió en la bandera y salió a la plaza de Sant Jaume para pasmo de los independentistas. Se subió a un caballo que parecía desbocado y lo embridó, aguantando el tipo sin darse un costalazo. A lomos del independentismo ha ido dando pasos, sí, pero controlando con cuidado los tiempos, enfriando a quienes querían romper cuanto antes, y siempre con un ojo en Madrid por si en el último minuto aparece un mensajero con una propuesta para un nuevo estatuto, una mejor financiación, cualquier cosa que le permitiera desactivar el independentismo.
Cuando las asociaciones proponían una hoja de ruta, llegó Mas y le puso membrete oficial. Cuando el Estado cerró la vía al referéndum, Mas sacó unas urnas de cartón que no resolvieron nada más que su continuidad, “patadón y a correr”. Cuando su partido caía en picado, forzó una coalición dando el abrazo del oso a ERC y a las asociaciones. Y se acomodó en el cuarto puesto de la lista, bien resguardado, un peso muerto que habrá disuadido a no pocos votantes que ni tapándose la nariz estaban dispuestos a votar al delfín de Pujol. Apuesto a que, sin Mas, el independentismo habría superado el 50%.
Si yo fuese conspiranoico, sospecharía si Artur Mas no es en realidad el hombre que fue “Jueves”, el doble agente del españolismo infiltrado en el independentismo para controlarlo desde la cúpula.
Tras el 27S, Mas pretendía seguir presidiendo “Cataluña” y manejar los tiempos del “procés” unos años más. Pero no lo va a tener fácil. Porque mientras desde Madrid respirarían aliviados con mantenerlo al frente, cada vez hay más “indepes” que se han dado cuenta de que Mas y sus convergentes son un lastre. Y si quieren llegar más lejos, tendrán que soltarlo."
L'escrit es de Isaac Rosa.
Donde sí lo van a echar de menos será en Madrid. Quienes de verdad llorarán su ausencia serán Rajoy, el PP y la derecha política y mediática, que tan a gusto han vivido con él en la Generalitat. Porque Mas ha sido estos años la mejor garantía de que el proceso catalán no se salía de madre. Mientras estuviera él al frente, Cataluña no sería independiente.
Ya sé, el discurso oficial de la derecha española sostiene que Mas es el diablo con cuernos, el iluminado que nos llevó al borde del abismo. Pero más bien ha sido un lastre para el independentismo, un peso muerto que ha impedido llegar más lejos, un permanente palo en la rueda de la independencia.
Si miramos a los últimos cinco años, puede parecer que en efecto Mas ha sido el impulsor del “procés”, el maquinista del choque de trenes, el promotor de la consulta y las plebiscitarias, el hombre que abandonó la tradición moderada de Convergencia para romper con España… Pero si miramos con lupa, veremos que nada de eso: más bien ha sido el encargado de encauzar una y otra vez el fervor “indepe” para que no se descontrolase.
Cuando el independentismo llenó las calles, puso las primeras urnas en ayuntamientos y empezó a desbordar a la vieja política (sobre todo a una CiU en caída libre), llegó Mas y se colocó al frente del proceso, abriendo la vía institucional: si alguien quiere la independencia que presente una instancia por triplicado ejemplar, que esto lo vamos a resolver los políticos de corbata, no la ciudadanía alocada en la calle. Si quieren caminar hacia la independencia, todos en fila detrás del “president”.
Acosado por la corrupción y por el rechazo a los recortes, el superviviente Mas se envolvió en la bandera y salió a la plaza de Sant Jaume para pasmo de los independentistas. Se subió a un caballo que parecía desbocado y lo embridó, aguantando el tipo sin darse un costalazo. A lomos del independentismo ha ido dando pasos, sí, pero controlando con cuidado los tiempos, enfriando a quienes querían romper cuanto antes, y siempre con un ojo en Madrid por si en el último minuto aparece un mensajero con una propuesta para un nuevo estatuto, una mejor financiación, cualquier cosa que le permitiera desactivar el independentismo.
Cuando las asociaciones proponían una hoja de ruta, llegó Mas y le puso membrete oficial. Cuando el Estado cerró la vía al referéndum, Mas sacó unas urnas de cartón que no resolvieron nada más que su continuidad, “patadón y a correr”. Cuando su partido caía en picado, forzó una coalición dando el abrazo del oso a ERC y a las asociaciones. Y se acomodó en el cuarto puesto de la lista, bien resguardado, un peso muerto que habrá disuadido a no pocos votantes que ni tapándose la nariz estaban dispuestos a votar al delfín de Pujol. Apuesto a que, sin Mas, el independentismo habría superado el 50%.
Si yo fuese conspiranoico, sospecharía si Artur Mas no es en realidad el hombre que fue “Jueves”, el doble agente del españolismo infiltrado en el independentismo para controlarlo desde la cúpula.
Tras el 27S, Mas pretendía seguir presidiendo “Cataluña” y manejar los tiempos del “procés” unos años más. Pero no lo va a tener fácil. Porque mientras desde Madrid respirarían aliviados con mantenerlo al frente, cada vez hay más “indepes” que se han dado cuenta de que Mas y sus convergentes son un lastre. Y si quieren llegar más lejos, tendrán que soltarlo."
L'escrit es de Isaac Rosa.
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